Miraba
el mundo a sus pies coronada de plata y olvido.
Y
estaba bien mirando en la distancia.
Pero
una noche, distraída, se acercó demasiado a la Tierra y se le enredaron los
dedos en las ramas de un árbol.
Cayó
de pie sobre la hierba y de repente le salió al paso una sombra oscura: pelo
crespo, ojos negros y una sonrisa lobuna.