Cuando todo el mundo se dedica hoy a valorar los hitos
de su corona, quisiera hacer recuento y memoria de algunas de sus
víctimas. ¿Cuántas cabezas inocentes acumula el reinado de Juan Carlos
de Borbón? ¿Cuántos animales decapitados por él? La cifra es
incalculable, y seguramente aumentará.
Ahora tendrá
más tiempo y libertad Juan Carlos de Borbón para dedicarse a su mayor
afición: apretar el gatillo y disparar contra toda clase de animales
inocentes. Su abdicación no es una buena noticia para los elefantes, que
suponemos solo confían en que el ex monarca ya no se tenga en pie.
Ingenuos elefantes: al Borbón ocioso y millonario podrán ponerle un
taburete, sedoso y acolchado, para que dispare sentado y apenas sin
mirar, regio placer.
Así, casi sin mirar, se cargó,
el impune, al pobre Mitrofán, aquel oso tranquilo al que emborracharon y
soltaron (tambaleante, derrotado tras una vida de cautividad y abusos
como atracción de feria) para que Juan Carlos de Borbón disparara sin
dificultades contra él en aquel coto ruso adonde el rey ha ido a cazar
osos porque en España está prohibido.
Así, casi sin
mirar, se cargó, el campechano, a otros nueve osos (incluida una osa
preñada) en Rumanía. En su día, lo invitaba Ceaucescu a perpetrar esos
crímenes.
Así, casi sin mirar, ha debido, el furtivo,
de cargarse en los Cárpatos a los lobos que aquí tanta gente de bien
trata con enorme e ingrato esfuerzo de proteger de esos bajos instintos.
Así, casi si mirar, debió de matar, el falso arrepentido, al elefante
de Botsuana, aquel al que despatarraron contra un árbol para hacerse
ante él la foto de la ignominia. La foto que circuló por todas partes y
que en su abdicación han sacado todas las televisiones: la misma, sin
embargo, por la que la Junta Electoral madrileña censuró el vídeo de
campaña de PACMA. Como si no supiéramos que, con el dinero de los
españoles y el amasado gracias a sus opacos negocios y a sus amigos
corruptos, Juan Carlos de Borbón ha dedicado gran parte de su mucho
tiempo libre a disparar para matar.
Vean quiénes han
sido sus amigos de cacerías, de animales y de las otras: Javier de la
Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, Mario Conde, Alberto Alcocer,
Alberto Cortina… Más tarde, Díaz Ferrán, Jaume Matas, Arturo Fernández…
Esos, entre otros de similar perfil, son sus cómplices. Y cientos de
animales decapitados y colgados como trofeos en la pared, así como su
colección de armas, son algunas de las pruebas de sus innumerables
disparos. Están en ese pabellón de caza por cuya construcción pagó
Patrimonio Nacional, hemos pagado todos, 3,4 millones de euros. Ese
pabellón de caza que el Gobierno del PP dijo que construírselo al rey
era una inversión “de interés general”.
Ya basta.
Nadie nos preguntó si queríamos una Jefatura del Estado salpicada de
sangre, de corrupción familiar y de destellos que van iluminando su
turbia relación con la Transición o el intento de golpe del 23F, que
solo representa a la injusticia intrínseca a esta monarquía
parlamentaria, a los abusos que ponen en evidencia su obsolescencia como
forma de gobierno. Con la abdicación de Juan Carlos de Borbón ha
llegado el momento. La celebración de un referéndum sobre la pervivencia
de la monarquía no es más que una cuestión de sensatez histórica y
política.
No queremos un rey. No queremos la herencia
de un hombre al que le gusta matar. No queremos un Estado que consienta
ese atraso, que fomente la violencia de la caza y de la tauromaquia,
perversa pasión que el ex rey ha transmitido a Elena, su hija mayor.
Queremos avanzar hacia una sociedad más ética, en la que un hombre
armado que persigue animales sea repudiado: cada disparo del rey ha sido
un disparo a nuestra democracia real.
Tenemos
derecho a decidir, a ser artífices y partícipes de un proceso
constituyente. Somos ciudadanos, no vasallos ni presas a las que abatir.
Bastante tenemos con aceptar que, en lo que respecta a sus víctimas
animales, Juan Carlos de Borbón se vaya sin entregar las armas de ese
pabellón y sin pedir perdón. Nos corresponde disolver su Casa.
“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley.
Debe ser ley porque es justa”