Carlos Garrido y Eva Sáenz. Profesores de Derecho Constitucional.
Profesores en la Universidad de Zaragoza,
plantean abiertamente la eliminación del Senado e invitan a revisar el
sistema para hacerlo menos representativo y más participativo.
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Carlos Garrido y Eva Sáenz. / Carlos Belver
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Profesores en la Universidad de Zaragoza, Garrido y Sáenz plantean
abiertamente la eliminación del Senado e invitan a abrir el melón de la
democracia para hacerla menos representativa y más participativa. "Lo
que frena esta apertura son los recelos de la clase política a perder el
control de la agenda. Es lo que ocurrió con la iniciativa legislativa
popular sobre la dación en pago", reflexiona Garrido. "En 1978 había
muchas reticencias. Los partidos, ilegalizados hasta entonces, eran la
prioridad. Pero ha llegado el momento de plantear otras opciones", añade
Sáenz.
-¿Por qué son partidarios de suprimir el Senado?
-Carlos
Garrido: El Senado actual carece de funcionalidad porque duplica la
representación política del Congreso aunque con una composición más
conservadora por su sistema electoral; reitera la misma dinámica
partidista y es completamente secundario, subordinado en el control del
Ejecutivo y del ejercicio de la potestad legislativa, ya que sólo
formula enmiendas que pueden ser rechazadas sin explicación siquiera, y
tiene un derecho de veto que puede ser superado sin ninguna dificultad
incluso por mayoría simple del Congreso. El Senado es inútil cuando su
voluntad coincide con la del Congreso, y también es irrelevante cuando
su voluntad no coincide.
-Dinamarca, Suecia y Croacia ya lo eliminaron. Canadá e Italia meditan hacer lo mismo.
-Eva
Sáenz: En los países donde el Senado existe, la experiencia política es
que no funciona como una cámara territorial. En Estados Unidos,
Alemania o Canadá, donde el sistema de designación de senadores es
diferente, la cámara opera partidistamente. En las democracias de
partido las cámaras territoriales son una auténtica quimera. El Senado
es un anacronismo que reproduce la dinámica partidista.
-Al
Senado español se le quiso atribuir el rol de la interconexión
territorial, pero, por ejemplo, existen foros como el Consejo de
Política Fiscal y Financiera que cumplen esa función más ágilmente.
-E.S:
Las relaciones intergubernamentales funcionan en los estados federales
para poner en común las opiniones del centro y las partes. Si lo que se
quiere es hacer partícipes a los entes subestatales, esas alternativas
son mucho más eficaces. En España ha habido incluso conferencias
sectoriales con capacidad decisoria, como ocurrió con la ley de
dependencia.
-C.G: El Bundesrat alemán se considera un referente
porque ahí colaboran teóricamente el Gobierno central y los länder. Sin
embargo, resulta mucho más efectivo, flexible y barato articular el
doble objetivo de la participación legislativa de los territorios en la
decisión federal y la colaboración entre gobiernos mediante las técnicas
de cooperación intergubernamental.
-¿Cuánto se ahorra el Estado con la supresión?
-C.G:
El ahorro no sería especialmente significativo. La eliminación del
Senado no se justifica tanto en términos económicos como de
funcionalidad. Hablamos de una partida de 50 millones de euros en los
Presupuestos de 2014.
-¿Ninguna experiencia internacional avala la existencia de esa cámara?
-E.S:
Los senados son residuos contractualísticos por su origen histórico:
nacieron de la unión de varios estados. En las democracias
contemporáneas no hay necesidad de una segunda cámara porque se
reproducen las dinámicas partidistas, se duplica la representación del
Congreso e incluso cuando las mayorías son diferentes puede producirse
un bloqueo, el problema que tuvieron en Alemania los gobiernos de Kohl y
Schröder. Fue una de las justificaciones de la reforma constitucional
de 2006. El Senado es poco compatible con la democracia mayoritaria y la
eficiencia.
-La II República no fue bicameral.
-C.G:
Las constituciones de 1812 y 1931 no contemplaban una segunda cámara.
En cambio, en todas nuestras constituciones de corte conservador sí que
se previó, y su funcionalidad era conservadora: cámaras de corte
aristocrático clasista cuya función era defender a las clases dominantes
de los supuestos abusos producidos en la cámara elegida por sufragio.
En 1978, ese objetivo estaba fuera de justificación y había que buscar
otros motivos.
-Uno de ellos fue convertirla en un espacio de enfriamiento o reflexión. Da casi risa visto lo visto.
-E.S:
No se puede esperar otra cosa en una democracia de partidos. Si nos
fijamos en las sesiones de control en Congreso y Senado, no hay ninguna
diferencia. Grupos parlamentarios y disciplina de voto.
-C.G:
Rajoy llevaba en febrero tres meses sin comparecer, incumpliendo la
práctica generalizada por Zapatero de acudir una vez al mes. Las
preguntas que se formulan al Gobierno en el Senado tardan meses en
contestarse. No puede ser tampoco una cámara de reflexión desde el punto
de vista legislativo porque tiene sólo dos meses para pronunciarse
sobre los proyectos de ley que le remite el Congreso. En dos meses no se
puede reflexionar sobre nada. Pero es que casi el 40% de las normas que
se tramitan en las Cortes se aprueban por procedimiento de urgencia, y
eso reduce el plazo del senado a 20 días.
-¿Son partidarios de la democracia directa?
-E.S:
El reto está en saber hasta qué punto vamos a introducir elementos de
democracia directa en la democracia representativa. España, en
comparación con otros países, tiene un déficit en este aspecto.
-C.G:
Ha habido propuestas en los últimos meses sobre todo para fomentar las
iniciativas legislativas populares ampliando el ámbito material sobre el
que pueden versar y reduciendo los requisitos para que prosperen. En
los 35 años de democracia constitucional que llevamos, tan sólo han
prosperado tres iniciativas legislativas populares. El balance de esta
fórmula es más bien pírrico.
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“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley.
Debe ser ley porque es justa”