Cuando
estamos en los montes sentimos plenamente toda la vida que en ellos se esconde.
El canto
de los pájaros, el corretear de lagartos, un conejo despistado, las grajas a
gran altura, el olor a naturaleza, el aruyo de las hojas o el runrún de la
brisa que surca el aire, Cernícalos, Búhos, Palomas, Ratones, Águilas,
Halcones, Abejas…
Todo es
vida, infinidad de clases de vidas, desde la más chiquitina, que casi nunca
vemos, hasta la más grande que vuela sobre nuestras cabezas, y hasta su olor
fresco es vida.
Cuando el
monte se quema todo es muerte.
Silencio,
silencio y muerte.
Vidas que
se pierden en el silencio, que no se nombran, salvo que exista una especie en
peligro de extinción o vulnerable, todos lo demás no importa, esa es la
realidad.