Existe un lugar a donde
nuestros sueños no cumplidos escapan y reposan a la espera de poder renacer
nuevamente. La mayoría de las veces se estancan en ese sitio y mueren, o
algunos marchan en busca de otros momentos y otras ocasiones. Nunca se
desvanecen del todo porque fueron creados, y todo lo que ha sido creado seguirá
estando por siempre hasta que se cumpla la condición adecuada para cumplir
aquello para lo que fue creado.
Las aspiraciones que generamos
y muchas veces idealizamos, seguirán formando para de nuestra vida aunque no se
vean cumplidas.
Normalmente son producidas en
nuestra niñez o juventud, y seguramente se deba a que aún no nos hemos
“contaminado” con ideas, costumbres, doctrinas, etc. según vamos creciendo
dejamos ¡quién sabe dónde! nuestra pureza, nuestra inocencia, nuestras
ilusiones y nuestros sueños, y llegado el momento nos vemos sometidos a una
vida marcada por un sistema incondicional que aceptamos como único, que nos es
vendido como “beneficioso, útil y conveniente”, sea cual sea la autoridad o
esté donde esté. Seguimos un camino que se nos ha marcado y del que no sabemos
o no queremos escapar, permitimos que nuestro viaje se funda con la ruta que
continúan los demás, sin preguntarnos porque debe de ser de esa forma y porque
no podemos formar nuestro propio destino.
Somos como un rebaño de
corderos, la manada debe de permanecer unida y continuar por el camino que se
le ha marcado, incluso antes de nacer, normalmente el que se sale fuera del
grupo es atraído nuevamente hacia él o sirve como alimento al lobo.