Supe luego que había barcos que
limpiaban fondos cerca de nuestro paraíso y que semejante despropósito
lo decidían hombres que jamás conoceríamos. Por eso a veces miro al
horizonte con desconfianza.
El pasado sábado, día siete de junio, la playa de Las Canteras, junto a la cual me asomo ahora a la vida, amaneció salpicada de gentes venidas para disfrutar del agua azul. Llego tarde a la manifestación. Antes de salir, alguien me preguntó si no me había pintado las manos de negro en señal de protesta contra las prospecciones. No lo necesito. En realidad aquella bola de piche ya me manchó por dentro de chico.
No necesito pintarme las manos de negro. Aquella bola de piche ya me manchó por dentro aquella vez, de chico”
Al llegar a la plaza de San Telmo (Las Palmas de Gran Canaria)
veo a la masa de gente. Oigo varios bucios, las caracolas gigantes que
utilizaban los aborígenes y que ahora suenan a premonición, a miedo a
las mareas negras. Por encima de ellas se escucha a una joven y
divertida batucada, la voz carnavalera y optimista que despierta el
alma. A su lado, y como muchos dicen ahora, el Arrorró elegido como himno de Canarias parece opio para el pueblo. ¿Se imaginan como sería una protesta popular con una canción de cuna?
Dentro del río, en la marea humana, se
percibe un sentimiento de alegría por el grito, por el rotundo ‘no’
compartido. Todos son canarios y canarias, nacidos aquí o no. Los
chinos, sabuesos comerciales (ya les gustaría a muchos de esos estirados
del marketing tener una décima parte de su olfato), venden banderas de Canarias a un euro a la puerta de sus comercios. Se las quitan de las manos.
Pero también hay rabia. El centro de casi todas las dianas es el Ministro de Industria, Turismo y Comercio, José Manuel Soria, natural de Canarias por más señas y defensor a ultranza de la búsqueda de petróleo frente a Lanzarote y Fuerteventura. Ahora el piche lleva bigote.
Hay muchos
desempleados, claro. Quizás alguno, como dice Roger Deign, tenga el
oscuro secreto de encontrar empleo limpiando chapapote”
En los corrillos, en las pausas entre proclama y proclama, los hombres y las mujeres hablan de ratos pasados en Maspalomas,
en Fuerteventura, en Lanzarote o en cualquier otro lugar. Temen que un
velo negro envuelva un día los momentos azules guardados en su memoria.
Veo a muchos niños y niñas con globos
negros atados a sus carritos de bebé, a extranjeros, a desempleados
(quizás alguno guardara el negro secreto de encontrar empleo limpiando
piche en las playas si hay un derrame, la solución al paro propuesta por el inefable concejal de Teguise Roger Deign, quien añadió que al cabo del día estaría todo incluso más limpio que antes).
Avanza el gentío hacia la Delegación del
Gobierno. Muchos van bajo un alegórico plástico negro. Son costaleros
de la Virgen del Piche, a ver si es capaz de frenar a las petroleras,
como dicen que hizo la Señora de los Volcanes con la lava en Lanzarote.
Claro, que eso fue hace tres siglos, antes de que hubiera un Ministerio
de Medio Ambiente.
Muy cerca se ven las plataformas petrolíferas que ya se han hecho familiares en el muelle de Las Palmas”
A unos cientos de metros, si nos
asomáramos a la avenida marítima, veríamos alguna de las plataformas
petrolíferas que se han hecho familiares en el muelle de Las Palmas. La
manifestación concluye. Regreso a casa, a Las Canteras.
No sé por qué, pero el sol marchándose
sobre las nubes se me asemeja al logotipo de Repsol. Demasiado tiempo
cerca de la batucada, puede. Hay mucha luz. Sopla el alisio, las olas
llegan incesantes. Todo está ahí, listo para las energías renovables.
Pero mañana Canarias volverá a ser la región de España con menor porcentaje de electricidad producida con energías limpias.
El piche que habita dentro de mí me muerde cerca del estómago.
Un artículo de Gregorio Cabrera |
“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley.
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