Cultivan para consumo propio zanahorias, cebollas, berenjenas, pimientos, lechugas, tomates… y los venden también en el mercado. Estos huertos suponen una alternativa a la época seca y una manera de diversificar la alimentación, ya que antes el trabajo se concentraba únicamente en la época húmeda con el cultivo del arroz. Gracias a los nuevos cultivos, Diamanca insiste: “la alimentación es más variada y no se basa solo en el arroz. Yo y el resto de las mujeres nos sentimos más fuertes, tenemos más vitalidad”. Además, las parcelas están equipadas con paneles solares que ponen en marcha un sistema de riego, que evita acarrear de un lado a otro los cubos de agua.
Aunque las mujeres son tradicionalmente quienes trabajan la tierra y producen el 50% de los alimentos, las estadísticas a nivel mundial muestran que solo un 1% consigue ser propietarias de sus tierras. Con la obtención de estos “papeles”, las mujeres asumen que algo está cambiando: “hay más igualdad. Puedo conversar con los hombres de muchas cosas y ahora puedo sentarme en el mismo lugar que ellos”. ¡Toda una revolución en el poblado!
“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley.
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